11 noviembre 2006

11 de noviembre de 1978.

Lucio Revilla Alonso
José Rodríguez de Lama

Guardias civiles, asesinados por ETA en Urretxu (Guipúzcoa).
Un sábado, después de un servicio de control de carreteras, dos Land Rover de la Segunda Comandancia Móvil de Logroño regresaban al Cuartel de Villarreal de Urretxu. Un artefacto explosivo tipo hornillo (veinte kilos de Goma-2, con tuercas y clavos) fue accionado por terroristas del comando Urola de ETA que esperaban su paso en un terraplén en la cuneta. La explosión alcanzó de lleno al segundo vehículo, en el que iban Lucio y José. Ambos murieron de inmediato. Otro compañero, Francisco Córdoba Ramos, resultó herido de gravedad.

Lucio era de Benavente (Zamora), tenía 25 años y estaba soltero.
José, de León, tenía 31 años, estaba casado y era padre de dos hijos. Su mujer, Carmen, estaba embarazada del tercero; José no pudo conocer a su padre.

Carmen y su hijo ofrecen su testimonio en este vídeo, recogido en Testimonios de Víctimas. Son una de las historias de Trece entre Mil, el documental de Iñaki Arteta. En Olvidados, el libro de éste y Afonso Galletero, puede leerse a Carmen:

Han pasado muchos años, cerca de treinta, y aún me duele hablar de José. Aún siento que está presente, que me cuida, que me habla, sobre todo cuando miro a mis hijos.
Los primeros años fueron tan duros que los tengo como en una nebulosa, como en un sueño..., o debiera decir pesadilla. Recuerdo un abatimiento total y una desgana enorme por la vida. [...]
José y yo nos conocimos en 1968, mientras él hacía el servicio militar aquí, en la Virgen del Camino, en aviación. [...] Nos casamos en el 71, tan pronto como acabó su formación como guardia civil en Sabadell. [...]
Y comenzaron nuestros primeros destinos. El primero fue Santoña. Estuvimos un año. [...] Después hizo el curso de automovilismo y se hizo conductor. Nos destinaron a Ferrol.
Cuando libraba, hacíamos grandes escapadas por los lugares donde estábamos destinados, conociendo sus paisajes y sus gentes.
Después se presentó a cabo y aprobó. Eso hizo que inicialmente nos destinaran a León y de aquí a Logroño, al parque móvil.
El parque móvil estaba formado por la Guardia Civil que salía destinada al País Vasco o a donde fuera necesario. Esos períodos de desplazamiento podían ser de una semana, quice días o un mes. Cuando estábamos en Logroño lo mínimo solían ser de quice días a un mes en el País Vasco, que era donde estaba todo el follón. En realidad allí era donde iban siempre concentrados. En una de esas fue cuando lo mataron. [...]
La noticia del atentado me llegó de la forma más inaudita que pudiera haber. [...] El atentado fue a primera hora de la mañana y yo me enteré a las 2:30 a través del informativo de una cadena de radio. [...]
Cuando me ingresaron en la clínica estaba tan mal anímicamente que tuve un rechazo hacia el niño que iba a venir, no lo quería. Pero ese rechazo fue un momento nada más. Recuerdo que la comadrona que me atendió, una mujer majísima, me puso al niño, que no paraba de llorar, en los brazos y me dijo: "Este niño necesita tu calor y se lo vas a dar". Y lo metió conmigo en la cama y cuando vi que el niño, metido conmigo en la cama, dejó de llorar, todo rechazo desapareció. Después ya fue todo volcarme en él y en los otros, claro.
Después de que nació el pequeño tuve momentos muy malos. Fue casi un año viviendo sedada. Tengo una laguna mental de ese tiempo. Afortunadamente vivía con mis padres y fueron ellos los que me sacaron adelante.
Mi padre era militar y una persona muy íntegra y fuerte. Le recuerdo diciendo, al poco de morir José: "La vida sigue, así que vamos a tratar de llevarlo lo mejor que podamos y sacar a estos niños adelante".


En Olvidados también habla José, el hijo que estaba a punto de nacer cuando mataron a su padre:

Yo tardé mucho tiempo en darme cuenta de que mi padre no estaba. Para mí, mi padre fue siempre mi abuelo. Él era el que estaba siempre pendiente de mí. Y aunque siempre me dejó claro que era mi abuelo y que yo había tenido un padre, para mí era todo muy confuso porque la única figura paterna que yo encontraba era la suya.
Supongo que a esta confusión contribuyó el hecho de que en casa el tema de la muerte de mi padre fuera tabú, no se tocaba nunca. Tardé años en enterarme de cómo había muerto. [...]
Un día, creo que debía de tener siete u ocho años, mi abuelo se sentó conmigo y me lo explicó. [...]
Mi madre, de mi padre nos contaba pocas cosas, la verdad. Incluso tengo que reconocer que en esta conversación me he enterado de cosas que no sabía, que no había oído nunca. Mi madre se ha guardado el recuerdo de mi padre muy para ella, porque yo creo que, en el fondo, siempre le ha dolido mucho hablar de él.

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11 de noviembre de 1986

María Teixeira Gonçalves, ama de casa.

María murió como consecuencia de las heridas sufridas en el atentado de San Sebastián que también acabó con la vida de Rafael Garrido, su mujer Daniela y su hijo Daniel, el 25 de octubre.

María tuvo la mala suerte de pasar por el Boulevard donostiarra cuando explotó la bomba que un terrorista colocó en el coche de los Garrido. María era portuguesa.
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Lucio, José, María.
De ésta última, hasta su nombre es incierto. En unas fuentes aparece como María; en otras como María José.
Carmen, José, sus dos hermanos.
A ellos, a las familias, un abrazo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

1978. Tenía que haber sido el Año de la Constitución, el Año de la Libertad, para los padres y los hermanos de Lucio Revilla, para la mujer y los hijos de José Rodríguez de Lama.

En cambio, fue el año en que ellos pagaron un precio por todos nosotros. Un precio indebido, que nadie merecíamos pagar.

Gracias, Iñaki Arteta y Alfonso Galletero, por vuestro trabajo.

Gracias, Carmen: a través de tu testimonio en "Olvidados", lleno de detalles, se respira la vida.

Gracias, José: a través de tu testimonio, en "Olvidados", se sabe más acerca de cómo las personas viven el dolor. Y sobre silencios y ausencias. Un recuerdo para tus hermanos.

Francisco Córdoba:
Si todavía estás con nosotros, en este mundo, espero que ya no estés herido.

María Teixeira:
Espero de todo corazón que tuvieses compañía y consuelo durante los días en que estuviste herida, antes de tu muerte. Descansa en paz. No te olvidaremos.